
Cada palabra que le pronuncié la hacía soñar. No era raro verla en el jardín corriendo tras de mí, y yo dejándome alcanzar, sin duda, era feliz. Era una buena idea cada cosa sugerida, ver la novela en la televisión, contarnos todo. Jugar eternamente el juego limpio de la seducción. Y las peleas terminarlas siempre en el sillón.
Me va a extrañar, al despertar, en sus paseos por el jardín, cuando la tarde llegue a su fin. Me va a extrañar, al suspirar, porque el suspiro será por mí, porque el vacío la hará sufrir.
Me va a extrañar, y sentirá, que no habrá vida después de mí, que no se puede vivir así. Me va a extrañar, cuando tenga ganas de dormir y acariciar.
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